sábado, 13 de junio de 2020

Escribe con el corazón alimentos para el alma.

El que se dedica o quiere dedicarse a  ser interlocutor de la sociedad, como es un periodista, o comunicador social, debe saber muy bien al compromiso que  asume desde esa posición. Se expone tanto, que hasta su vida y de la familia está en juego.

Un artículo, un comentario, un audio, un vídeo o una imagen, donde el o los implicados crean que el mismo está fuera de tono, donde los aludidos entiendan que hay ofensas, o que simplemente no esté de acuerdo, pueden ser el detonante de ensañamiento de quien produce el mismo. 

Hay que tener conciencia crítica y autocrítica de la acción al momento de informar a los demás, eres el garante de esa acción, por eso, hazlo como si fuera para ti, sabiendo que escribimos para otros, en el marco de un basto  público, el cual puede estar en tu comunidad,  fuera de ésta, con una connotación universal en el uso de las redes sociales, a través de Internet.

Cuando escriba, pensando en los demás, recuerda  que existen muchos como tú, pero recordando también, al infinito público que puede ser tu detractor,  que sea una redacción exquisita, amena, confiable, deliciosa, así como la buena comida o un buen amor. 

Escribe con sentimiento, con el corazón en las manos, cerebro equilibrado, libre de prejuicios, escribe como el chef que hace su mejor plato, que le pone cuidado y esmero, o como el violinista o el músico que ejecuta un buen jazz.

En esta nueva forma de vivir, en la cual  hemos cambiado,  la dinámica en que los seres humanos nos relacionamos, debemos ser preciso, conciso, en ofrecer menos contenidos, pero ese poco  contenido debe ser de buen gusto, imágenes frescas, sin morbosidad, para que tus lectores tengan deseos de leerte una vez más y se prendan de las informaciones que les ofrece días tras días.

No debemos acuñar arrogancia, prejuicios, visos de narcisismo, poses altaneras, que nuestros lectores se acuerden de lo humilde, el compromiso social que tenemos transmitir  en nuestros escritos; pero mucho menos, creernos que somos el intercesor del Altísimo y los simples mortales, como son los que nos leen o nos dan like cada vez que emitimos un juicio.

Si nos dedicamos a este arte de escribir y transmitir informaciones al mundo, hagámoslo con pasión, con el cuidado de que las palabras que escribimos no se distorsionen y luego tener  que recogerlas. 

Todos y todas hemos cometido errores al transmitir informaciones. Así mismo, tenemos el sagrado derecho de aprender y no volver a cometer los mismos errores, pensar y repensar lo que pensamos para convertirlo en un producto elegante, legible y que sea alimento para el alma y cultura general.

Crecemos a la medida que podamos ir descubriendo la madeja de nuestros errores, son una oportunidad al cambio, sin resistir, solo ver en los otros errores que tú jamás volverá a transitar y de ser así, sombrear y eliminar lo que entiende que ofende o daña a terceros.


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