viernes, 15 de enero de 2010

La desgracia ajena como si fuera nuestra

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Roberto Rodríguez-Marchena
roberto@perspectivaciudadana.com

El pueblo dominicano y su gobierno han reaccionado con presteza y solidaridad a la tragedia haitiana. Como si fuera propia. Como si el terremoto hubiese ocurrido en nuestro territorio y las víctimas, dominicanas.

Fuimos los primeros en hacer acto de presencia con alimentos, equipos pesados y de comunicación, medicamentos y personal técnico. Mucho de lo cual escasea en nuestro país, pues nuestras carencias son conocidas.

Señalo esto en el ánimo de dejar constancia de la espontaneidad, de la reacción inmediata, del pueblo y gobierno dominicanos.

Empresas privadas, medios de comunicación, instituciones públicas, organizaciones no gubernamentales, vecinos y vecinas de clase media, pobres y hasta pobrísimos, hicieron y vienen haciendo acopio de voluntades y bienes para ofrecerlos en solidaridad con los haitianos y haitianas.

El presidente dominicano se ha trasladado al día siguiente –tan pronto ha podido- a testimoniar personalmente la solidaridad dominicana y a comprometer nuestro respaldo en el alivio y reconstrucción del hermano país.

Un contundente e inequívoco mentís al sentimiento que, por años, la derecha negrera local ha querido provocar, alimentar y convertir en política pública, de que los pobres haitianos representan una amenaza a la prosperidad y tranquilidad de nosotros los dominicanos.

Las organizaciones no gubernamentales dominicanas, sus líderes y técnicos, los directivos de juntas de vecinos -si el gobierno dominicano avala y facilita ante el gobierno haitiano, podrían contribuir compartiendo su experiencia en la organización de la población, en la administración de la ayuda internacional y en la instalación y gestión de proyectos de salud, vivienda y productivos.

La contundente reacción del pueblo y gobierno dominicanos ante la tragedia haitiana revela algo de enorme valor político y social: la extraordinaria energía movilizadora de la que son capaces dominicanos y dominicanas cuando su humanidad es convocada.

Santo Domingo, 15 de enero de 2010

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