domingo, 11 de octubre de 2009

Domingo literario: A ESA HORA


Por
Jerson Luna


Eran quizás las tres de la tarde cuando el bus llegó al sitio indicado. Las circunstancias eran iguales que veinte años atrás. Un árbol de laurel arropaba el parque como un manto verde tirado a propósito por el Divino.

Atravesé el parque buscando respuestas y logré escabullirme entre los pueblerinos:

¿Dónde está la Oficialía Civil?-pregunté; al momento que el humilde parroquiano me señaló:

-"¡es ese edificio de enfrente!", me contestó con palabras coloquiales.

Magnífico-pensé.

Llegué a tiempo para que me atendieran, no sin un siempre: ven mañana para que los retires, documentos que necesitaba para optar por el título de licenciado después de terminar mis estudios universitarios.

- En fin; a más de tres cientos kilómetros de mi casa, solo me quedó la opción de ir a la casa de mi tía Hilda, tan solo para pernoctar hasta el día siguiente.

Su casa estaba cerrada, la galería tenía los mismos barrotes de hierro que aguardaban su seguridad. Las mecedoras en medio; parecían esperar por quienes no había de llegar y la puerta semi abierta pretendía decirme que no estaba deshabitada. -Tía- -Tía- requerí, cuando entré; la soledad a la soledad del silencio apareció ella con una bata blanca como si fuera el día de su boda.

¡Jerson!, ¿cómo estás mi hijo?- Preguntó al verme-pasar-

¿Cómo está tú madre? ¡Muy bien dije!

¿y todos por allá?

¡Muy bien y recuerdos de ellos!

-Ven, te voy a preparar algo de comer-Sí, tengo mucha hambre, dije con reservado aliento.

Me senté en el mueble principal. Tomé una revista que estaba en la mesita de estar y noté que todas las paredes estaban cubiertas por unas cortinas que cubrían totalmente la sala; cosa que llamó mucho mi atención.

El viento soplaba tenue, y le daban al salón un aspecto algo inquieto; me incorporé y pude notar que detrás de las cortinas, toda la pared estaba cubierta por un gran espejo que se escondía de la vista de los visitantes; mientras en las otras cubiertas, suponía que sombras atravesaban rápidas y silenciosas sin dejar rastros que las delatara.

¡Tía!- ¿qué sucede aquí?-pregunté algo temeroso. Absolutamente nada-me dijo sin inmutación ninguna.-solo aquellas personas que tienen buen corazón y creen en la buena voluntad, pueden ver más allá de lo que sus ojos ven. Me dijo con palabras que venían de su corazón.

La cena estaba muy buena, solo me sobrevino el inquietante sentir de la soledad. ¿Dónde estará tía ahora?, pues desapareció entre la nada- me pregunté-.

En ese momento, una sombra cruzó detrás de las cortinas. Me asomé con mucho atrevimiento y curiosidad.

Abrí las cortinas, y pude ver el espejo que al mismo tiempo me miraba.

¡OH Dios!-Exclamé-

Traté de acariciar mi rostro detrás del espejo, y para mi sorpresa, mis manos se hundieron como si fuera de agua.

Mi corazón latió inclemente. Asomé mi cabeza y atravesé el cristal como cual.

Detrás de él, pude ver a mi tía sentada al lado de una señora y dos doncellas muy jóvenes y bellas riendo entusiasmadas, al momento que ella me dijo-sobrino-eres de buen corazón.-

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